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Mensaje por Paradisse Dom Nov 24, 2013 4:07 pm


La Masacre de los Volkov





La neblina iba descendiendo para formar una velada que nadie jamás olvidaría, los recuerdos de aquella noche sucumbirían al amanecer, cuando los protagonistas de la masacre que se desarrollaría en esa oportunidad no tengan otra opción más que perecer olvidados en los recuerdos de lo que algún día fue y de lo que pudo ser.

[…]

- Alexander Volkov estará encantado de recibir tu visita esta noche. – Mencionó la de cabellos rojizos, tras entregar la última invitación del día.

Esa mañana, el líder de la Mafia Rusa le había solicitado a su fiel ‘mano izquierda’, como él la llamaba, que enviará las invitaciones a lo que sería el evento más privado y codiciado de Moscú, el onomástico de Alexey Volkov, el primogénito de la familia más importante de ese lado del continente. Había mandado a imprimir siete invitaciones, a duras penas Natasha Romanov – como se hacía llamar en esos lares – logró leer los detalles de la celebración. Sería ese día, en la Mansión de los Volkov, a medianoche, ¿quién realizaría una recepción a tal hora?, ¿por qué Alexander había tomado esa decisión?; pero al mismo tiempo la espía analizaba que sería excitante tener en un mismo lugar a todos los miembros del linaje, salvo a dos de ellos; que se encontraban en el extranjero.

Los pensamientos y las posibles tácticas que podría realizar invadían la mente de Natasha, la agente encubierta maquinaba cada posible movimiento que podría realizar para deshacerse de los Volkov en un abrir y cerrar de ojos, pero ella solo seguía ordenes, SHIELD la había enviado con la intención de descubrir la manera de que ellos se hundieran, no tenía permiso de aniquilar a nadie, aún.

- ¿Ellos estarán aquí, Natasha? – Pronunció con una voz atemorizante, el dueño de la mansión.
- Nadie se atrevería a rechazar una invitación con su nombre inscrita en él, Sr. Volkov – Respondió segura de sus palabras y con un tono meticuloso.
- Solo Alexander, Natasha… Estos cuatro años han servido para ver tu calidad de traficante, eso es todo lo que tienes que hacer por hoy, tomate el resto del día libre, te llamaré a las cinco de la mañana para que escoltes a los invitados. – Añadió el líder de la Mafia Rusa para dejar atrás a la pelirroja.
- Pero, Alexander, quizá podría servir en la vigilancia, yo... – Intentó  alegar Romanov cuando fue interrumpida.
- En todo este tiempo no has tenido ni una sola noche libre, Natasha, me lo agradecerás y no quiero ni una palabra más. ¿Entendido? – Mencionó Alexander desafiante, recibiendo una sonrisa de la pelirroja en respuesta.

[…]

Transcurrían las horas lentamente, al parecer el día no quería terminar; todos los preparativos estaban  perfectamente ordenados y fuera de la Mansión estaba el primero de los siete guardias de seguridad, que habían sido seleccionados previamente para asistir a la residencia aquella noche. Frente a la puerta principal, aparcó la primera limusina ocultando al protagonista de esa velada.

Dueño de una mirada profunda y oscura como el firmamento nocturno, se encontraba meditabundo Alexey Volkov, tenía en su diestra su teléfono móvil desde el cual observaba concentrado las imágenes de la pelirroja que pasaban una a una, su sonrisa llena de picardía y diversión se fue transformando en un gesto de preocupación cuando giró su cabeza hacia la derecha y  no observó a quien quería ver.

- ¿Por qué no está aquí? – Susurró preocupado elevando su diestra hacia su barbilla, mientras decidía hacer una llamada de la cual nunca se arrepentiría.

- Contesta… - Añadió a sus palabras, tras timbrar al mismo número por enésima vez.

Natasha se encontraba en su habitación, tenía los ojos cerrados y su diestra cubriendo aquel delicado y suave rostro de la luz de la luna; los pensamientos de antaño lograban que sucumbiera ante los llamados de Morfeo; cuando una tonada singular logró despertarla. ‘¿Alexander?’, pensó, al instante que tomaba el teléfono portátil, enfocó su mirada en el número que aparecía en el registrador, lo recordaba pero no lo identificaba, así que decidió no contestar, si era importante el emisor continuaría insistiendo, pero la tonada del teléfono había empezado a molestarle.

- ¿Da? – Mencionó la pelirroja.
- Me has contestado rápido, ¿debería emocionarme por ello? – Respondió Alexey, tratando de divertirse con ella.
- ¿Rápido? – Cuestionó Natasha.
- Sí, usualmente me respondes en la timbrada número cien, ahora ha sido a la número veinte, vamos progresando, Nat. - Mencionó entretenido el heredero Volkov.
- … ¿Acaso Alexander me necesita? – Preguntó angustiada.
- No. Solo me preguntaba a qué hora ibas a venir, la verdad es que si no estarás aquí, esta absurda reunión  será más aburrida que las anteriores – Trató de convencerla.
- Solo deberías cumplir con las órdenes de tu padre. – dijo tratando de terminar con la conversación.
- Además, me he hecho ilusiones de verte con un pequeño vestido entallado, de esos que solo utilizas cuando mi padre te obliga, la verdad es que deberías usarlos con frecuencia, Nat. – Anunció antes de reírse de ella de una forma peculiar, probablemente había sido la risa más endulzante que la pelirroja hubiere escuchado durante sus veintiocho años de vida, era una mezcla de desfachatez, ironía, sarcasmo y sobre todo picardía; lo que le bastó para que la pelirroja demostrara algo que jamás había ocurrido con anterioridad durante buena cantidad de años; sus mejillas se tiñeron de un ligero color rojizo, decidiendo colgar la llamada detrás de ello.

Alexey descendió de su limusina, un poco embelesado aún,  y posteriormente uno a uno iban llegando de los mejores automóviles de la ciudad, desde Nastia y Mijaíl Volkov, hermanos del agasajado; así como los tíos de este,  Sergey, Nikolay e Yura Volkova.

Los ocho miembros del linaje más importante de la Mafia Rusa se encontraban en la recepción, ubicados en una mesa rectangular que ocupaba todo el gran salón de la mansión, en la cabeza se encontraba sentado Alexander y a su derecha sus dos descendientes, Nastia y Mijaíl; seguidos por la hermana del líder de la Mafia, Yura Volkova; a la lado de esta y frente al líder de la mafia, se encontraba el heredero predilecto, Alexey Volkov; a la derecha del agasajado se encontraban los demás parientes, sentados de una forma tan estratégica que daba a entender la relevancia que tenía cada uno de ellos.

- Deberíamos hacer un brindis. – Anunció Alexander.

[…]

Estaba preparado, el volver a la arena de los asesinatos en serie lo tenía atormentado, jamás creyó que tendría que a aniquilar a alguien otra vez, mucho menos que lo forzarían a hacerlo; ¿por qué lo escogieron a él?, habían tantas personas que gustosas habrían asistido a realizar ese trabajo a cambio de una buena paga, no era necesario el amenazarle con acabar con toda su familia, el prometerle una nueva vida fuera del país cubriendo su imagen, él ya tenía una nueva vida, lejos de las mafias, de las drogas, de los traficantes, de las tratas de blancas, en fin, el secuestro de sus dos hijas, su mujer e inclusive sus mascotas lo tenía apesadumbrado y solo tenía dos nombres en mente: Alexander y Alexey Volkov.

- Estoy listo para cumplir con la orden. – Susurró para sí mismo, sabía que estaba siendo observado mas prosiguió a continuar, le habían dado el plazo de tres horas para terminar el trabajo o todos a los que él amaba morirían.

El enviado descendió tras saltar desde la azotea de la mansión, sabía que su nombre no estaba en la lista de invitados, así que debía actuar rápido; estaba armado desde los pies hasta la cabeza, pues fue informado de que habrían quince personas ese día y que no podía dejar a ningún superviviente, inclusive debía aniquilar a su informante que en esa ocasión vestía traje y corbata; lucía unas botas oscuras y un traje negro ceñido al cuerpo, el que ocultaba sus extremidades por completo, recubriendo sus manos tenía dos guantes negros que le daban la completa movilidad y le permitían no dejar rastro o huellas.

El sujeto elevó la mirada hacia el frente y con dureza introdujo la afilada lámina aplanada de una de las más famosas armas blancas de todos los tiempos; directo a la yugular y extendiendo el corte alrededor de su cuello, en menos de un minuto había acabado con la vida del primero de los quince de esa noche; el cuerpo del vigilante de los Volkov cayó inerte mientras que su líquido carmesí adornaba su blanquecina piel; conforme su asesino caminaba cuidadosamente para realizar su próxima jugada.

Antes de que los dos servidores de Alexander, que se encontraban resguardando en la puerta del salón principal, tuvieran tiempo para hacer algo, él envío la primera granada de humo; no quería levantar sospechas ni hacer ningún ruido para no alarmar a los Volkov, se colocó unas gafas de visión infrarroja, estaba totalmente preparado para las mil y una reacciones de los demás, condujo su diestra hacia los compartimientos que limitaban entre su espalda y su cadera, sosteniendo dos PSS, tenía en sus manos  uno de los pocos ejemplares de las pistolas silenciosas que se habían creado con anterioridad para las fuerzas especiales de distintos países, la masacre de los Volkov valía la pena.

Aniquiló con 4 balas a cada uno de los guardianes, para posteriormente empujar las mamparas de madera que lo mantenían separado de la recepción, lanzando cuatro granadas de humo más, esperando unos segundos antes de actuar.

[…]

El brindis terminó y Alexander tomó su respectivo asiento, habían cuatro guardias sirviendo en la recepción; dos en la cocina, preparados exclusivamente para supervisar que el festín que se sirviera no tuviera ninguna partícula de algún veneno letal; otro cerca a los servicios higiénicos para evitar algún asesinato a traición, y el último en una de las esquinas del gran salón protegiendo a quienes se encontraban en él.

El humo lentamente se iba propagando por toda la sala, Alexander fue el primero en colocarse de pie, se encontraba conmocionado y miles de dudas vinieron a su mente, mas en lo que único que lograba pensar era que debía actuar antes de que alguien más lo hiciera por él.

- Alex... – Fue interrumpido el legendario líder de la mafia, su intento de gritar fue llevado por el viento y sus palabras no se escucharon más.

La habitación se encontraba sumergida en la oscuridad, sus sentidos habían dejado de responder y en su mente solo se cruzó la voz de su heredero, trató de salvarlo, quizá su error fue no reaccionar rápido y comenzar a disparar para salvarse, quizá se equivocó al pensar en alguien más que no fuera él, por primera vez; mas la daga que enviaron directo a su nuca en el momento que se levantaba de pie provocó que su cuerpo cayera, falleciendo por muerte súbita, dejando atrás al hombre que levantó un imperio en el bajo mundo.

- ¡Papá!... ¡Está muerto! – Gritó Nastia Volkova – ¡Alexey!

Fue la única voz que se escuchó mientras los demás Volkov se encontraban conmocionados, el suponer la muerte del más grande era inaudito, mas debían actuar, porque el enviado actuaba rápido.

[…]

Había asesinado al más grande de su lista, pero estaba desquiciado y esa noche nadie quedaría con vida; escuchó como caía el cuerpo de Alexander al suelo y no esperó ni un segundo para tomar su FN P90, tomó la metralleta y comenzó a disparar sin control, una bala tras otra salían de los orificios de esta, apretaba y apretaba el gatillo, una y otra vez, realizando movimientos rápidos; saltó sobre la mesa deshaciéndose de su arma cuando se le acabaron las municiones, no tenía tiempo para recargar, en su traslado de una superficie a otra tomó dos Beretta 92, una en su diestra y otra en su siniestra continuando con los disparos calculando la distancia y siguiendo sus sentidos por los gritos de los demás.

Pero el enviado no estaba solo, no estaba tratando con cualquier tipo de personas, eran miembros de una de las mafias más grandes del mundo, los Volkov no se hicieron esperar y a duras penas superando la sorpresa comenzaron a responder los disparos tratando de esconderse entre los lugares del comedor. Nastia, tomó a Alexey del brazo, quien se encontraba disparando al agresor, y junto a Mijaíl lograron escabullirse del salón; pero ella estaba herida.

La sangre de Nastia se deslizaba por su extremidad inferior derecha, pero ella debía salvar al heredero, ahora que su padre se encontraba muerto no podría dejar que nada le pasara, debía protegerlo con su vida de ser necesario.

- Nastia, suéltame, no podemos dejarlos morir. – Gritó desesperado Alexey tratando de separarse de su hermana.
- Cállate, Alexey, tu eres más importante que todos ellos. – Mencionó Mijaíl, a pesar de los sucesos, él lucía muy calmado y ayudó a sujetar a Alexey, su única salvación era la bóveda que se encontraba en el último piso de la mansión.

[…]

El enviado continuaba con su trabajo, esquivaba una a una las balas, la adrenalina había invadido completamente su organismo y hasta parecía disfrutarlo, disparó la última bala y no recibió ninguna en contra, al parecer todos habían caído. Aun manteniendo su visión protegida por aquellos lentes que le permitían ver en la oscuridad, comenzó a caminar por los cuerpos inertes de los Volkov y de los guardias.

- Van doce y aparentemente faltan tres. – Susurró y sonrió macabramente, giró su cabeza hacia la derecha y encontró un rastro de sangre.

El asesino sabía que uno de los tres estaba herido y aprovecho el rastro de sangre para seguirlos, no conocía las medidas de la casa, ni tampoco cuantas habitaciones tenía pero sabía que debía terminar con esto cuanto antes.

Nastia y Mijaíl escucharon las pisadas, cada vez se le dificultaba caminar más, Mijaíl sabía que no tenía otra opción que aniquilar al asesino o matarían al heredero, por  lo que decidió tomar cartas en el asunto, se detuvo y abrió el almacén del penúltimo piso, tomó del brazo a Alexey y lo escondió junto a su hermana.

Alexey se encontraba confundido y lo único que se le cruzó en la mente fue llamarla, solo ella podría ayudarlo en esos momentos, tomó su teléfono y marcó el número de Natasha, mas ella no contestaba, el celular seguía sonando una y otra vez cuando se escuchó el primer disparo, la puerta se abrió y el enviado sosteniendo aún una Beretta 92 impactó directo al corazón de Nastia; Alexey lo observó fijamente y sabía que ya no podía hacer, literalmente, nada.

- ¿Alexey? ¡Contéstame! – Se escuchó una voz a lo lejos, provenía del teléfono que ahora se encontraba en el suelo.

Natasha se encontraba desconcertada, había escuchado un disparo y nadie más le respondía, después de unos breves segundos escuchó una respiración; el asesino había tomado el teléfono mas no dijo nada y decidió colgar.

[…]

La pelirroja se encontraba desorientada, no entendía por qué había escuchado aquel disparo, ¿qué había pasado?, se paró de la cama y abrió la puerta rumbo a la Mansión Volkov, todo el camino se arrepintió de no haber contestado antes el teléfono, eran a duras penas las dos de la mañana, jamás espero que la única noche que se encontraba libre pudiera ocurrir algo.

Después de unos minutos llegó y encontró al primer guardia muerto, se inclinó para comprobar su muerte, continuó con su camino rápidamente y encontró a dos más muertos, solo podía pensar en el brillante líder de la mafia cuando llegó al salón principal, observó como el cuerpo de Alexander se encontraba inerte en el suelo, y en la silla principal  se encontraba alguien que jamás había visto en todo ese tiempo, ella había repartido todas las invitaciones y sabía quién estaría en esa ocasión y quién no; comprobó si esa persona misteriosa se encontraba con  vida y sintió su calor corporal, la muerte había sido recién, giró su mirada hacia la mesa principal y encontró escrito con lo que aparentemente era sangre: ENVIADO 214.

Giró hacia la derecha y contó los cuerpos, hasta ahora eran doce quienes estaban muertos, condujo su diestra hacia un compartimiento de su atuendo y tomó un teléfono portable negro, lo encendió y recordó cuando Alexander le entregó ese aparato electrónico, todos los miembros de la mafia lo tenían y estaba enlazado con un departamento asociado a la trata de personas de la mafia y solo se debería llamar a ese número en el caso de que hubieren más de diez muertes en una sola ocasión. Llamó al único número grabado conforme continuaba
su camino en búsqueda de los tres restantes.

- Ordeno un levantamiento de cuerpos en la mansión Volkov. – Mencionó colgando el teléfono.

Siguió los rastros de sangre, subió las escaleras y encontró el almacén, la puerta estaba junta, y a lado de ella encontró el cadáver de Mijaíl; abrió la puerta y vio el cuerpo ensangrentado de Nastia; no quería girar el rostro temiendo lo peor, pero debía hacerlo, encontrando a Alexey inmóvil, se acercó al heredero de los Volkov y decidió comprobar su muerte; si Alexander y él estaban muertos ya no tendría ningún sentido su estancia allí; mas eso no le importaba en ese momento, sintió un impacto directo en su cuerpo al observar a Alexey, sus ojos estaban entreabiertos como si aún pudiera observarla, se acercó a él y en ese momento, mientras recordaba la odiosa risa de la única persona que podría haberse considera su amigo, detestaba con toda su alma no haber contestado la llamada.

Elevó su diestra y con ella cerró los ojos de Alexey, sintiendo por última vez su piel, tomó su teléfono portable y encontró el número de Iván Kozlov, que se encontraba cerrando una oferta en Tokio.

- ¿Natasha? – Contestó Kozlov extrañado
- Todos están muertos -  respondió Natasha con voz profunda.







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